Un día en Ponte de Lima: historia, vino verde y un almuerzo que no se olvida

    Si estás por el norte de Portugal y tienes un día libre, Ponte de Lima es ese lugar que parece sacado de una postal… y que además se recorre con calma, sin prisas, como debe ser.


Primera parada: café con vistas al río Lima

Empieza el día con un paseo por el centro histórico. Cruza el famoso puente romano-medieval (sí, tiene partes de ambas épocas) y tómate un café en alguna terraza con vistas al río. Si es sábado, hay mercado, y si es primavera o verano, los jardines están a reventar de flores.


Un poco de historia 

Pasea por las callecitas empedradas, visita la Iglesia Matriz, el Museo dos Terceiros si te da curiosidad, y no te pierdas el Parque do Arnado, que mezcla jardines botánicos con arquitectura clásica. Todo está cerca, todo es bonito.


Hora del vino verde… y del almuerzo

Cuando el hambre apriete, pon rumbo a Fornelos, a unos 10 minutos en coche. Allí te espera el Restaurante A Carvalheira, dentro de la Quinta do Eido Velho. Es de esos sitios donde comes como en casa, pero mejor.

Paseo digestivo y despedida

Después de comer, puedes volver a Ponte de Lima para un paseo tranquilo por la orilla del río o subir al Miradouro de Santo Ovídio para una vista panorámica. Si te queda tiempo (y ganas), hay rutas de senderismo suaves por los alrededores.


Quinta do Eido Velho y restaurante A Carvalheira

La Quinta do Eido Velho parece una casa rural, casa antigua muy bien conservada con un amplio jardín verde y lleno de flores y árboles para tener algún lugar de descanso en la sombra. Probablemente hagan allí eventos e incluso tengan para dormir (habría que asegurarse). 


 



Dentro de la casa principal, en la parte de abajo, está el restaurante A Carvalheira, con pinta fina, recomendado varios años por la guía Michelín, pero de precio asequible y comida muy rica.



¿Qué pedir? Difícil elección, pero el bacalhau com broa (ración para dos personas en la foto) o el arroz de pato (media ración en la foto) son apuestas seguras. Y por supuesto, acompáñalo con un buen vinho verde de la región. El ambiente es rústico, acogedor, y el servicio, de esos que te hacen sentir como si fueras de la familia.


Reserva para tener mesa, porque es complicado. Nosotros reservamos, nos equivocamos de día (veníamos de una desconexión de unos días por el Geres y se nos fue) y milagrosamente pudimos conseguir una mesa para comer un domingo para 3 personas. Muchas gracias al gerente porque la verdad es que hubiera sentido pena no comer ahí. 


Comentarios